El Vítor
Una de las cosas que llama la atención cuando se visita Mayorga por primera vez son unas manchas singulares negras de pez que se hallan por todas las calles principales del pueblo. Siempre hay algún mayorgano que amablemente explican al visitante los motivos: es pez ardiendo que desprenden los pellejos de vino encendidos en la noche del 27 de septiembre, en el Vítor, cuando los vecinos salieron a recibir la reliquia de santo Toribio que llegaba desde Perú en 1752. Según cuenta la tradición, como la noche era oscura, hizo que se encendieran muchas teas para alumbrarse campo a través. Posteriormente, dichas antorchas se sustituyeron por viejas corambres llenas de pez sujetas a unos pesados varales. Hoy, estas pieles de cabrito cada día son más difíciles de encontrar. Para evitar quemaduras y otros problemas de salud, lo mejor es ataviarse con ropas de antaño, sombrero, guantes, buen calzado, pañuelo y protección respiratoria, dada la abundancia de humo por las calles.
La congregación de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo se fundó en 1733, y el jueves 16 de mayo de 1937 se bendecía e inauguraba solemnemente la ermita. La formaron 24 caballeros y desde hace unos años es libre la incorporación. La congregación de Caballeros tomó a su cargo dicha fiesta y el ayuntamiento y el clero se encargaron de la del 27 de abril. Del 13 de octubre del 2011 data el acta fundacional de la Asociación El Vítor de Mayorga, cuyos fundadores están repletos de proyectos e ilusiones. Acaban de publicar Desde el corazón. Un Vítor de finales de los años 60 de Timoteo Escudero, con prólogo de Jesús Valencia, un hermoso libro que hace honor al título «Desde el corazón», con reportaje fotográfico.
Después de este inciso, retomamos la procesión ya preparados con atuendos, viandas en morral, bebidas, varales, corambres. A las 22:00 h, las campanas repican desde la espadaña de la ermita, llega la congregación que previamente ha recogido de la casa de Ángel García Fierro el estandarte, pendón del Vítor (dicha familia es la encargada de custodiarlo y adornarlo por tradición). La Universidad de Salamanca otorgaba el Vítor, el símbolo de vencedor, a sus doctores. Dos mayordomos de la congregación portan dos varas con las insignias del santo, otros dos congregantes llevan los faroles y desde el atrio se dirigen a la ermita para un ritual religioso emocionante. Mientras, a unos metros adecuados, antes de la iglesia de San Juan (ahora Museo del Pan), un vecino se encarga de preparar el fuego para calentar los primeros pellejos lentamente hasta que prendan. Todo preparado para que a las 22:30 h los cohetes nos anuncien el comienzo el Vítor. La emoción es la primera manifestación que nos invade, la responsabilidad para evitar quemaduras y accidentes, aunque nunca ha pasado nada, alegría al levantar el varal y ver tu pellejo ardiendo y los del resto que van incorporándose. Mientras, el estandarte se coloca en el centro; a los lados, los mayordomos con las insignias, los faroles, todos a unos metros de la hoguera; detrás, la banda de música encargada de amenizar la noche; y al final, se posiciona la gente dispuesta también a disfrutar, todos a la espera de que los primeros pellejos estén listos y arranque la procesión. Se escucha el pasodoble del Vítor interpretado por la banda de música. Comienzan los cánticos y nos espera una noche mágica de embrujo, alegría y tradición.
Desde hace unas décadas las mujeres hemos tomado posiciones atreviéndonos a quemar pellejos; también los niños, acompañados por adultos.
Un largo recorrido nos lleva por las calles mayorganas, de vez en cuando se hace una paradita para descansar (los varales con los pellejos pesan mucho), también hay que beber de la bota y humidificar la garganta o echar un baile; continúa el recorrido para adentrarnos en la calle Derecha, antigua Cañada Real, para llegar a la plaza de España y dar la vuelta completa hasta llegar al ayuntamiento, en cuyo balcón, junto a las autoridades, se colocará el Vítor para presidir los fuegos artificiales. Entre los árboles de la pirotecnia se encuentra uno muy especial colocado frente a la fachada del ayuntamiento: se trata de un cuadro rematado por un triángulo con bengalas. En el interior, una barra sujeta un lienzo enrollado. Los fuegos llenan de luz y color la plaza mientras continúan los cánticos tradicionales. Llega un momento de una magia y emoción especial para nosotros: se ha desprendido del árbol situado frente al ayuntamiento el cuadro con la figura de santo Toribio Alfonso de Mogrovejo y santa Rosa. En ese momento, alguien entona el himno al santo y todos, rodilla en tierra, cantamos con devoción, al margen de las creencias de cada uno, con voz desgarrada y alguna que otra lágrima, el himno que aprendimos desde niños. El ritual continúa, el Vítor desciende del ayuntamiento y toma posiciones, la banda vuelve a interpretar el pasodoble, mientras los participantes lanzan vivas al santo y lo pagano se funde con lo religioso con pura espontaneidad en armonía y convivencia. A continuación, se emprende el camino de vuelta con otro itinerario donde, al igual que a la ida, no faltan los bailes, los cánticos tradicionales, habaneras (cómo no) y otros repertorios que se mezclan con el humo que desprenden los pellejos. Las casas mayorganas invitan a pasar a lugareños y forasteros para coger fuerzas, pastas, dulces, aguardiente… Parada obligatoria son todos los bares del recorrido; la alegría está asegurada, no tiene fin. A las cuatro o cinco de la mañana el cortejo llega a la ermita después de tantas horas de recorrido, se apagan las corambres, los sombreros se cuelgan del varal y se penetra en el santuario. Es un momento indescriptible. El respeto, el silencio que se produce es solemne, impactante, hasta que los congregantes, desde el altar mayor, entonen la Salve, primero, luego el himno a santo Toribio y el «adiós».
El humo envidioso de tanta alegría, al día siguiente, nos pasará una cruel factura, la afonía, pero no importa.
Os invitamos a todos a participar de la procesión del «Vítor», considerada de Interés Turístico Nacional. Es única y repetiréis.