Fundación de Habaneras Teresa Pérez Daniel

La habanera en la guerra del 98

Curiosidades de la habanera en la guerra del 98. Por Teresa Pérez Daniel

La Guerra del 98 significó la pérdida, junto a Filipinas, de Puerto Rico y Cuba, el último bastión que España poseía en el hermoso Caribe. Las guerras se iniciaron con el movimiento separatista del 10 de octubre de 1868 a 1878. El grito de «Yara» señaló el comienzo de la «Guerra Grande«, finalizada al aceptar el general Martínez Campos el 10 de febrero de 1878 las propuestas de los independentistas, cuyo resultado se tradujo en el pacto o Paz de Zanjón. Siguen con la «Guerra Chica«, del 24 de agosto de 1879 al 1 de diciembre del citado año, llamada así por su corta duración, tres meses, liderada por los hermanos Maceo, Antonio y José, completándose más tarde con el grito de «Baire» de 1895, lanzado en aquella población cercana a Santiago de Cuba. La explosión del buque de guerra estadounidense «Maine«, el 15 de febrero de 1898, desembocaría en el Tratado de París, 10 de diciembre, con el fin de la guerra de independencia hispano-norteamericana y la renuncia de España a la soberanía de la Isla en favor de los Estados Unidos.
Al grito de Cánovas del Castillo: » hasta el último hombre, hasta la última peseta» comenzó la salida masiva de soldados a defender la Colonia. Contrastadas estadísticas revelan que durante el siglo XIX llegaron a Cuba alrededor de 600.000 combatientes. Sólo en tres años, 1895 a 1898, España desplegó el mayor esfuerzo militar con el traslado, a bordo de la Compañía Trasatlántica Española, propiedad de un emigrante cántabro, Antonio López, de unos 200.000 soldados. Nación y Emigración , de Jordi Maluquer y Guerra , Migración y Muerte , de Manuel Moreno Fraginals y J. Moreno Masó. En dicha publicación, los autores nos muestran una hermosa frase, a modo de reflexión después de escuchar historias familiares de ambos bandos: “Hombres que, enfrentados en la guerra, nos enseñaron en la paz a amar a España y Cuba”.
En el marco histórico que introduce a la novela, Héroes de Cuba, de Pedro Pascual y la Tesis doctoral de Bonifacio Esteban Marfil, La Sanidad Militar Española en la Guerra de Cuba, nos ofrecen una exhaustiva estadística:
La primera salida de soldados de España hacia Cuba fue de 3.291, según la orden del 18-1-1869.De 1896-1897. Los hombres que exigiese la compañía. Se llegó a 6.700 jefes y oficiales, 183.628 hombres de tropa y 943 de cuerpos de voluntarios.De 1897-1898. De la Península partieron 7.182 jefes y oficiales, 184.647 hombres de tropa; más los voluntarios cubanos, 4.595 jefes y oficiales, 82.000 hombres de tropa. De 1898-1899. Con la pérdida de la guerra, el Anuario Militar no publicó las cifras como había hecho en años anteriores. En números globales se registró la elevada intervención de unos 625.000 participantes en las diversas guerras independentistas. Los numerosos uniformes de algodón de rayadillo, fabricados en las manufacturas catalanas, lograron componer una pincelada humana en el paisaje desolador.
Las estrofas de la siguiente habanera pudieron ser una de las muchas canciones de ida o despedida:

Adiós, mi península hermosa,
adiós, que el deber me llama,
adiós, que me voy a La Habana
a luchar, a luchar por la Nación.
Y desde allí,
jamás olvidaré
a la prenda querida,
que en España dejé.
Si acaso vuelvo,
Dios será testigo,
que su marido, juro,
yo que he de ser.
Adiós, mi península hermosa, (Estribillo)
Si muero allí,
madre, consuélate,
que si un día he luchado,
fue por obligación.
Y ante el sepulcro,
arrodillada, madre adorada,
rézame una oración.

Aunque la respuesta fuera minoritaria, es muy loable el gesto de aquellos jóvenes patriotas que, incluso en disposición del estipendio acordado, no vacilaron en alistarse voluntariamente en las guerras de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El gobierno español efectuó el reclutamiento por el sistema de quintas, ya que no regía el servicio militar obligatorio, ni existía tampoco un ejército profesional de ultramar. Se podía evitar la inclusión en las listas o el reemplazamiento por otra persona mediante el pago de mil quinientas pesetas primero, para más tarde aumentar a dos mil pesetas. Se produjo así una gran injusticia entre las clases más desfavorecidas al no poder pagar estas la cantidad exigida, y evitar que sus hijos fuesen incluidos en las listas para la guerra. Por el contrario, unos 50.000 vástagos de familias burguesas, al abonar el dinero establecido, resultaron exentos de participar en la contienda, aunque, en definitiva, eran sus intereses los que se defendían.
El cancionero Cantos populares españoles, de Rodríguez Marín, se hace eco de la injusticia cometida contra aquellos que no pueden abonar el estipendio ordenado.

A la guerra me lleva
mi necesidad,
si tuviera dineros
no fuera en verdad.

Los puertos españoles se llenaron de bandas militares con música patriótica y regional para despedir y animar los embarques de los reclutas. Los acordes musicales de la marcha de la zarzuela Cádiz, de Chueca, presagiaban la partida del vapor con el volteo de sus hélices, que hacían enardecer los pañuelos blancos enarbolados al viento. Si los llantos de las trémulas madres y novias aumentaban de tono, el director de la banda levantaba la batuta con energía y el viento de la tuba y cornetines disimulaban los llantos y quejidos por la profunda herida mortal que las mujeres sentían.
Las damas aristocráticas ofrecían, a cambio, bocadillos, ropa, dulces… y atendían a las madres y novias exhaustas de forma comprensiva y caritativa. En las travesías se componían cantos al suspirar remembranzas, mientras otros se improvisan sobre músicas oriundas conocidas y textos alusivos a la marcha y al dolor motivado por la pérdida del entorno familiar, la novia, los amigos…
Distintos cancioneros, trabajos de campo y habaneras antiguas así nos lo testimonian. De la publicación Castilla canta habaneras, un fragmento de En tierra lejana, habanera transmitida por la hija de un excombatiente de Melgar de Fernamental (Burgos):

Todas las penas del mundo,
toda la flor de mi vida,
se me pasará luchando
por causa que no es la mía.
Amor mío, si muriera,
llévame juntito a ti.
Entiérrame en esa tierra
en que, desdichado, nací.

Del cancionero Cantares de Castilla, de Narciso Alonso Cortés, encontramos una habanera cuya música nos ha enseñado Plácida Daniel Marín (de Mayorga):

Dicen que La Habana es
sepultura de españoles,
por Dios le pido a La Habana
que no mate a mis amores.

Las letras de las habaneras motivadas o con alusiones a la guerra del 98 nos remarcan la tesis de esos cantes de ida y vuelta, y así lo encontramos en la vía callejera de los pliegos de cordel y cancioneros. En España proliferó durante 1898 una literatura de origen popular, escrita por participantes en la contienda. El Cancionero del 98, de Carlos García Barrón, incluye multitud de poemas y canciones alusivas a la guerra de Cuba; uno de tantos:

Cuando el vapor a Cuba me traía,
rompió del mar los líquidos cristales,
y en un fanal de brisa transparente
agitando el pañuelo vi a mi madre.

El relato, en forma de poema, del mencionado cancionero está firmado por Diego Jiménez Prieto, en El Diario Ilustrado, 16 de diciembre de 1897. El mismo cancionero confirma más críticas sociales al igual que las anteriormente expuestas, agravadas por el falso consuelo del ricachón:

Pasan los días y más días;
Antonia espera con ansia
saber lo que es de su hijo,
pero no recibe carta,
y un ricacho del lugar
le dice para animarla:
Alégrese, tía Antonia,
los periódicos relatan
que allá en Cuba nos batimos
con un empuje que pasma.

Las coplas del carnaval gaditano siempre nos desgranan con ironía y gracia todos los acontecimientos habidos, antes y ahora. En este caso era una triste realidad que la chirigota Los claveles, de 1896, cantaba:

Al grito de ¡ Viva España!
desde los muros de esta ciudad
a la ingrata manigua
cincuenta mil hombres
se han visto marchar.

El Norte de Castilla, el 22 de agosto de 1895, reseñaba la salida de Valladolid de soldados del batallón Isabel II con destino a la guerra de Cuba. “Ninguna vez hemos visto en Valladolid o en otra parte tanta gente reunida como la que acudió a despedir a las tropas. A nosotros nos hubiera sido imposible saber qué número de personas había en los andenes, alrededor del tren y vía. Algunos amigos nuestros, peritos en esto de calcular masas de gente, nos dijeron que el total de la concurrencia no bajaría de 25 ó 30 mil personas”.
En las estadísticas mostradas en el comienzo de este apartado calculan, más o menos, unos 35.000 soldados de Valladolid y provincia los que participaron en la citada contienda. Por su honroso historial resaltamos al coronel Joaquín Romero, muerto en heroico combate, y al comandante Hidalgo, ambos de Valladolid. También queremos aprovechar para hacer aquí una mención a todos aquellos paisanos nuestros que no tuvieron la suerte de regresar y formaron parte de los batallones castellanos: San Marcial, Lealtad, Garellano, Isabel II…
Valladolid ostenta el monumento a Colón, obra de Sousillo. A raíz del desenlace de la guerra de Cuba, dicha escultura, que había sido encargada por la metrópoli con destino a La Habana, cambió su emplazamiento en recompensa, aunque hay otros motivos, por los azares de los vallisoletanos en esta confrontación1.
Las cifras del Archivo Municipal de Mayorga, de Palencia (zona a la cual pertenecía Mayorga y otros aledaños de Tierra de Campos), informan de que partieron los siguientes soldados: En 1896: a Cuba 314; a Filipinas, 39; a Puerto Rico, 26.En 1897 a Ultramar, 421; a Cuba, 290, a Filipinas, 105; a Puerto Rico, 26. En este reemplazo encontramos nombres de mayorganos: Ignacio Tilán Santos, Miguel Prieto, Ángel Medina del Pozo, Daniel Luengo Riol, Aurelio Moro, Vicente Rodríguez Vargas, Martín Pérez. Octaviano García se enroló voluntario a la contienda. En 1898 son 353 soldados de esta zona, y del territorio nacional unos 200.000.
Expediente de reclutamiento de soldados de Mayorga, 1896
Expediente de reclutamiento de soldados de Mayorga, 1897
Sabemos de fuentes fidedignas que la habanera, en la guerra cubana, sirvió de cantinela y coexistió ya en ambos ejércitos. Pero vamos a mostrar una historia muy curiosa, en torno a un tema cubano representado por la habanera , de Eduardo Sánchez de Fuentes, compuesta en 1892 y publicada en 1894, mediante un contrato con el propietario de la farmacia San José, Antonio González, por el cual el compositor recibiría 600 ejemplares, mientras que el mientras que el farmacéutico podía imprimir mil con el anuncio del establecimiento. La letra original es la siguiente:

En Cuba,
Isla hermosa del ardiente sol,
bajo su cielo azul,
adorable trigueña
de todas las flores la reina eres tú.
Fuego sagrado guarda tu corazón.
El claro cielo su alegría te dio
y en tus miradas ha confundido Dios
de tus ojos la noche
y la luz de los rayos del sol.

En la guerra del 95, según el propio autor, llegó a considerarse como un himno cubano, con el nombre de Cuba. estuvo en boga en ambos mandos, el español y el mambí. Los españoles, ante el fracaso sufrido por la burla del general Antonio Maceo a la trocha de Mariel a Majana, entonaban:

“… y los soldados
rendidos de calor
contemplando tan bello país
renegaban de Dios”

El bando mambí cantaba:

Cubanos ,
en el cielo resuena una voz
para darnos valor
en la horrible batalla
que el bravo patriota
con gloria emprendió.
Muere cubano,
muere sin temor,
que el mundo entero
premiará tu valor.

Hay publicaciones, como hemos observado, pero no muchas, de excombatientes en la contienda hispano-cubana que nos muestran cómo la habanera sirvió de cantinela al soldado en la isla. Un ejemplo nos lo aporta un mayorgano, don Vicente Rodríguez Vargas, el citado tuvo la feliz idea de escribir un curioso e interesante diario de notas de sus días de campaña, Un año en Cuba, 1897, donde refiere, en su última página y después de la letra, lo siguiente: “Se publican aquí estas estrofas de la habanera que fue la canción predilecta del soldado en la Isla. Muchos de los recuerdos de los repatriados supervivientes de la guerra de Cuba vienen asociados al ritmo y cantinela de esta melodía de campaña”. El citado diario no identifica al autor ni al título de la habanera, pero la letra está completa y es rigurosamente fiel a la original.
Partitura dedicada a García Lorca por su autor, Sánchez de Fuentes.
Un año en Cuba, 1897. Vicente Rodríguez Vargas.
La música de la habanera no ha sufrido los vituperios de su compañera la letra. Tan popular llegó a ser que, al regreso, fue adaptada, según las fantasías de cada transmisor, a diferentes letras, conservando fidedignamente la música. Así, en Cataluña algún excombatiente debió de haber quedado impactado por el amor de una mulata llamada Tecla y decidió dedicarle una habanera con la siguiente letra:

Tecla
se llamó la mulata que yo
camelaba con sal,
de la mismita Habana
la pobre Teclita era natural.
Recuerdo un día
que juntitos los dos
en la manigua
nos juramos amor.
Llegó el momento,
para España embarqué
y comprendo que fui muy cruel
porque allá la dejé.

Los gaditanos tampoco quisieron pasar inadvertidos a esta melodía, y brindaron la letra a su milenaria ciudad:

La brisa
te acaricia también al pasar,
y es piropo hacia ti
te dice muy galante
Tacita de plata,
lucero y jazmín.
Es Cádiz
un tesoro de gracia sin par,
todo blanco y azul.
Eres barco velero,
el casco de plata
y la quilla la luz.

El poeta granadino García Lorca solía tocarla al piano, aprendida de su niñera, cuyo padre había estado en la guerra de Cuba. Años más tarde, en Cuba, a Lorca le dedicaría la partitura el propio autor. De la cantaora Dolores Alcántara, La Niña de la Puebla, uno de cuyos números más reclamados en su discografía, junto a Los campanilleros, ha sido el Canto a Cuba, no es otra cosa que la célebre Tú.
En las sucesivas épocas anteriormente expuestas, la habanera viajó a Cuba envuelta o arropada bajo diversas modalidades, danza lenta, danza cubana, tango, americana, danza habanera… una terminología inacabable, a diferencia de la guerra del 98, en la que ya viaja con nombre propio, habanera, como género musical (ya que también se llama así a todo lo consustancial de La Habana, otorgado por los españoles al provenir de Cuba). Por tanto, la emigración perteneciente a la guerra hispano-norteamericana, en un elevado porcentaje, ya tenían conocimiento de su existencia por el teatro musical, los bailes, los copleros, los conciertos de las bandas militares, etc, En cambio, muchos de aquellos reclutas de zonas rurales y deprimidas, como las nuestras, ante la falta de medios de comunicación, tan sobrantes en nuestros días, pudieron carecer de dicha oportunidad. Sin embargo, durante el tiempo de permanencia en la isla, la habanera se cantó en ambos bandos, y a su regreso, los excombatientes se erigieron en otra fuente de transmisión, con letras salpicadas de leyendas enlutadas por tantas calamidades unas, y otras con la nostalgia y nostalgia de abandonar una tierra querida. En consecuencia: la famosa frase “Más se perdió en Cuba”.
Ricardo Valencia, Teniente Coronel de la Guardia Civil, destinado en Cuba. Foto extraída de un óleo de su sobrino Manuel Valencia.
Dos ejemplos de coros que nacen del movimiento obrero y solidario. La Rondalla del Orfeón Pinziano, de Valladolid, actúa para ayuda y socorro de los heridos de la guerra del 98, con habaneras en su repertorio. Los Coros Clavé convergen en la ciudad castellana para actuar con sus compañeros del Orfeón Pinziano .
El Orfeón Pinziano: fundado en 1892, siendo su director José Mª Aparicio, insigne músico del que entre sus composiciones hallamos una habanera, La americana. El citado Orfeón, bajo la batuta de su director, celebraría una función benéfica en 1896 a favor de los heridos de guerra en Cuba y Filipinas. Nuestro paisano era hijo de Tiburcio Aparicio, autor de otra habanera, La mariposa.
Los Coros Clavé, los más importantes de Cataluña en su época, compuestos en su mayor parte por obreros, actúan en Valladolid conjuntamente con el Orfeón Pinziano el 28 de junio de 1901. Son famosas las composiciones de habaneras y americanas: Emma, contradanza coreada, ¡Ay, qué risa!, americana coreada y Tula, patrón tango-habanera, del fundador de la Sociedad Coral La Fraternidad, 1850, José Anselmo Clavé (Barcelona, 1824-1874).

Bibliografía

Almuiña Fernández, Celso: La Prensa Vallisoletana Durante el Siglo XIX.
Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1977.
Alonso Cortés, Narciso: Cantares de Castilla. Institución Cultural Simancas. Diputación de Valladolid, 1982. Pág. 74.
Archivo Municipal de Mayorga.
Archivo Municipal de Valladolid.
Biblioteca Municipal de Cádiz.
Esteban Marfil, Bonifacio: La Sanidad Militar Española en la Guerra de Cuba. Tesis doctoral.
García Barrón, Carlos: Cancionero del 98. Cuadernos para el diálogo. Edicusa, S.A. Madrid, 1975.
Hemeroteca del Norte de Castilla, Valladolid, 22 de agosto de 1895.
Maluquer de Montes, Jordi: Nación e inmigración: los españoles en Cuba ss XIX y XX. Ediciones Jucar. Archivo de Indianos, Colombres (Asturias) 1992.
Montsalvatge, Xavier: Álbum de Habaneras. Ediciones Omega, S.A. Barcelona, 1998.
Moreno Fraginals, Manuel y Moreno Masó: Guerra, Migración y Muerte ( El ejército español en Cuba). Ediciones Jucar. Archivo de Indianos, Colombres (Asturias) 1992. Pág. 19, 35,65, 128.
Moreno Fraginals, Manuel: Cuba España, España Cuba, una historia común. Crítica. Madrid, 1996.
Pascual, Pedro: Marco histórico, prólogo de Héroes en Cuba. Planeta, S.A., Barcelona, 1997.
Pérez Daniel, Teresa: Castilla canta habaneras. Art-Book 90 S.L. Barcelona, 1991. Pág. 94
Rodríguez Marín, Francisco: Cantos populares españoles. Tomo IV. Linotipias Montserrat, S.L. Madrid, 1981. Pag.378.
Rodríguez Vargas, Vicente: Un año en Cuba, 1897. Notas de mi diario de campaña. Valladolid, febrero de 1959.